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Genealogía de amor de abuelos distantes |
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Hoy recorrí con mi dedo índice diestro el rostro moreno de mi abuela materna seria, muy seria, de mujer dolida y el dolor cargado en su piel en esa foto de fiesta vieja. Me detuve a observar a un hombre solo de mirada fija como los luceros que alumbran en la noche, y dirigen sus truenos de luz como los patriarcas que señorean, pero siempre mueren. Esa otra foto añejada de odios, pero en la mirada de mis abuelos paternos una sonrisa dibujada con hilos de eternidad y de amor infinito, para decirme que nos esperan, no importa cuan larga sea la espera. Ahí estarán ellos esperando. Como un niño que se espera un caramelo envuelto en celofán de múltiples colores, como se espera la noche de amor, esa que cuando llega viene vestida de azucenas y azahares, y perfuma el piso de baldosa de cerámica italiana o saltillo mexicano. A ellos no les importa que sean diez o quince o veinte años, pues, donde están, el tiempo quedó abolido. © Rodolfo J. Lugo-Ferrer |
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