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Eduardo Xánchez: La innegable seducción del mal Rodolfo J. Lugo-Ferrer
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¿Acaso el principio del mal, su tenacidad, su energía, su obsesión, no han sido la base en que se ha fundamentado toda la tradición occidental? Sustentada en la dicotomía maniquea planteada por el judeocristianismo, Eduardo Xánchez retoma toda esa lucha agónica, irreducible para replantearnos el mal, no como un principio moral, sino como un desequilibrio que nos seduce. Estar frente a cada pieza de esta exposición es como sentirnos con las manos atadas ante la desmitificación del mundo de los mitos, en este caso el mito del mal.
Xánchez moldea el tiempo indispensable como referencia en la construcción de los mitos, y éstos como símbolos de las religiones, nos han llevado a establecer una lucha del ser humano con el tiempo, permitiendo edificar la caducidad o lo efímero de la existencia humana. Como bien él dice "simplemente refleja, con ansiedad o escarnio, el reencuentro intuitivo, individual del ser humano con su realidad: su descenso sólo a las profundidades de su personalidad, sus sueños, sus fantasías y sus pesadillas".
La fugacidad es la realidad, que a la vez, está construida con la subjetividad de la existencia misma. El tiempo, el mal, la imagen del pasado, el mito y la realidad son planteadas por Xánchez en estas piezas que configuran su exposición NOD como una redención de lo maldito. La expresividad de las manos atrapadas detienen el tiempo instaurando unos paraísos de muerte. Xánchez, como él mismo explica concibe a "la escultura como medio que le brinda la oportunidad de crear objetos pensables, visibles y tangibles, recurriendo a la filosofía, no en busca de contestaciones o soluciones, sino interrogantes, planteamientos que no se imponen".
Observar estas esculturas/ensamblajes, obliga a hacer una relectura del Fedón de Platón, para reconstruir la idea de la inmortalidad del alma, esa que cometió la imprudencia de beber en la fuente de Lethe ("ahíta de olvido y maldad"). Xánchez nos seduce y nos convence del mal como un principio de vitalidad en sí. El alma recipiente del bien y el mal, queda reencarnada en un nuevo ciclo de vida en estas piezas.
Contrario a lo que hace Hesiodo, que narra mitos ignorados en los poemas homéricos, Xánchez retoma el mito del mal, harto conocido en la tradición judeocristiana, para cuestionar la validez del mismo. La irreductibilidad y la paradoja del mal hacen de Xánchez un escultor-iniciado o un poeta de la materia, que escapa de la trampa de ese mito, valiéndose del Zarathustra de Nietzsche, permitiéndole no temer a confrontar sus propios mitos.
Exposición Nod, Universidad de Puerto Rico en Utuado, marzo 1998
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